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Opidata #9: Sociedad y Democracia: Principios y Valores

¿ES TIEMPO DE UNA DERECHA SOCIAL, ÉTICA Y MODERNA?

Por Carlos Cantero, Geógrafo, Doctor en Sociología

Reflexión sobre el desafío de cautelar la vigencia de los principios Humanistas y los valores de la ética.

Esta es una invitación para reflexionar sobre los desafíos emergentes en la democracia y la política, para desplegar su sentido social, enfocados en construir una Sociedad Digital: respetuosa, tolerante, pluralista, con elevación de consciencia, que hace foco en el bien común y el Desarrollo Humano. Promueve un pensamiento (auto)crítico, enfocado en la unidad, promoviendo la unicidad de la política y en el sentido de comunidad. Se trata de contener la vacuidad valórica y la polarización política, económica, social y cultural.

La política, la democracia y la sociedad, se debaten en un pragmatismo marcado por un Materialismo, una alteración del sentido de la vida, desde el valor del “ser” muta hacia el valor del “tener”. El Humanismo, sus principios y valores, a nivel global y continental, han perdido vigencia e influencia en la sociedad. Es el denominado nihilismo, la Sociedad del Deseo, que da sustento al hedonismo, esa compulsión inmediatista por el placer sin consecuencias, consumismo minimalista de la dignidad de la persona.

La política, lo político, los políticos (partidos y centros de estudios), deben potenciar la capacidad comprensiva de la nueva realidad, la adaptabilidad institucional a los desafíos y las demandas de la Sociedad Digital, altamente interconectada e interdependiente. Es necesario repensar su papel más allá de lo superfluo o trivial, para cautelar la vigencia de los valores, potenciar la ética y disputar el poder.

En esta sociedad las tecnologías de información y comunicación (TICs), juegan un rol determinante en la capacidad de viralización de ideas y la incidencia en la subjetividad de las personas. Vivimos un tiempo de vertiginoso progreso tecnológico, que ha puesto en jaque la capacidad y velocidad de adaptación de las instituciones. El liderazgo político está debilitado al extremo del Síndrome de la Intrascendencia. Los faros ético-morales no están en los líderes espirituales, sino en el mercadeo. Las ideas, la reflexión y el pensamiento han sido secuestrados por la farándula, la opinología y el reality show; las certezas mutan para constituir incertezas; los “valores” éticos se confunden con los “precios”; la probidad es reemplazada por la corrupción; el mérito por las redes de influencia; la prospectiva por la improvisación; la excelencia por la mediocridad. 

Esta tendencia constituye una pandemia, altamente contagiosa y peligrosa. La pandemética, es una crisis profunda y estructural de los valores éticos, implica deterioro en todas las dimensiones de la relacionalidad humana, social, económica, ambiental y climática. Tiene alcance estructural, gatilla un proceso en cadena, que se extiende a toda la sociedad: lo público y lo privado; hombres y mujeres; la izquierda y la derecha; jóvenes y mayores; lo profano y lo sagrado; “moros y cristianos”.

Una sociedad en que lo único constante es el cambio y la incertidumbre, requiere nuevos geógrafos, exploradores y guías confiables, que decodifiquen el paisaje cultural y socio-económico, los nuevos derroteros digitales, paradigmas socioculturales y nos orienten como faros. Se requieren nuevas competencias de integración sociocultural y transgeneracional, para aprovechar la expertis digital de los jóvenes, con la experiencia y sabiduría de los mayores. Es necesario potenciar el sentido social y el bien común, que surge del adecuado equilibrio entre los bienes públicos y los bienes privados. Es urgente recuperar los valores democráticos, humanistas y  éticos.

En referencia al poder y la dominación, las masas exaltan la biopolítica, al clamor de Michel Foucault, por expandir los límites culturales, limitando la violencia bio-física. Paralelamente, en forma silenciosa y plena de mimetismo, se despliega la sicopolítica, descrita por Byung Chul Han, que ya no es la rigidez de las estructuras normalizadoras de Estado, sino que el objeto de dominación es la subjetividad de cada individuo.

La crisis ética tiene alcance estructural en la sociedad, gatilla un proceso en cadena, que se extienden a lo público y lo privado; hombres y mujeres; la izquierda y la derecha; jóvenes y mayores; lo profano y lo sagrado; “moros y cristianos”. La batalla cultural que se libra en el mundo (Antonio Gramsci), en todos los frentes imaginables, es la tensión entre el avasallador despliegue del materialismo y la contención que representa la espiritualidad, el anclaje de los principios, la reversión de la opacidad valórica, el respeto de los límites que apuntan a la integralidad y dignidad de la persona humana y su plena realización.

Las instituciones clásicas de la Modernidad pierden su rol estructural y funcional. El poder cambia de depositario, fluye desde la política hacia los diseñadores de algoritmos, que definen las interacciones sociales; deja la democracia para instalarse en la netocracia, que gestiona las redes sociales, estrechamente articulados con el poder financiero. Es necesario reflexionar sobre la vigencia de los principios y valores Humanistas, despojados de ideologismos y sectarismos. Debemos ser actores de primera línea. Esta tarea requiere unidad de espíritu, de estrategia y de acción. Nuestro desafío es ser consecuentes con la construcción de una sociedad con libertad, igualdad y fraternidad, un sector político que conjugue excelencia, eficiencia y eficacia, con sincero sentido social.

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