Opidata #7: Las principales preguntas existenciales de la historia
Por Gabriel Ugarte
Solo defendiendo, afirmando y acometiendo con fuerza y convicción que la vida humana no es una casualidad, que nos ha sido dada por un Creador, Dios y que tiene el más alto propósito podremos ganar la batalla espiritual y filosófica frente al materialismo dialéctico que se expresa en muchos ámbitos de la cultura y la política y al relativismo cognitivo y ético que han puesto de rodillas a las raíces de la cultura occidental.
El origen y propósito de la vida humana son las dos interrogantes más cruciales de nuestra existencia desde la antigüedad al presente. Y la respuesta que a ellas les demos moldeara la cultura humana y el futuro de civilización.
Hurgando por medio de la fe, la filosofía, y la ciencia se puede encontrar que el ser humano tiene el más alto valor y dignidad y su naturaleza no solo es física, sino también espiritual y que esta trasciende más allá de su vida terrenal.
Que la vida humana no es una casualidad, sino que tiene una Causa Original, un Creador, que nos dado un propósito moral a nuestra existencia. Son estas verdades evidentes.
Federico Engels, compañero de Karl Marx, lanzó una interrogante que sigue teniendo una actualidad en la disputa cultural de nuestro tiempo. El escribió en su obra inacabada, Dialéctica de la Naturaleza: “La gran pregunta básica de toda filosofía, especialmente de la filosofía moderna, es la relativa a la relación entre pensar y ser… ese interrogante… tornó más agudo al derivar en éste: ¿Creó Dios el mundo o éste ha existido eternamente? La respuesta que los filósofos dieron a esta pregunta los dividió en dos grandes campos”.
Esa pregunta desafiaba las respuestas dadas no solo en los libros de las religiones reveladas (judaísmo, cristianismo e islam), sino en la filosofía griega, en pensadores romanos, en el cristianismo, en figuras del Renacimiento y la Ilustración, así como en la mirada de grandes científicos.
Aunque en su punto de vista todas esas fuentes pudieran diferir en la naturaleza de Dios y muchos fueran contrarios a las religiones reveladas y sus dogmas, lo que nos interesa es que ellos afirman la existencia de un Creador llegando a esta convicción por distintos caminos.
En ese sentido la fe y la razón, religión y ciencia, no son contradictorias, si entienden cada una el valor de la otra. Ambas deben buscar la verdad última desde sus diferentes planos para entender el origen y propósito del Universo, de todas las cosas creadas y de la vida humana. La Encíclica papal de Juan Pablo titulada “Fides e ratios” (fe y razón),dice: “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”.
Partiendo de esa premisa veamos algunos apuntes que pueden útiles para el lector.
Está claro en el judaísmo y cristianismo las respuestas a las dos interrogantes existenciales no es necesario ahondar. En el Nuevo Evangelio, siguiendo la raíz judía, Jesús es citado en el Evangelio de Mateo (5:48) diciendo: “Ustedes deben ser perfectos como Dios, su Padre que está en el cielo, es perfecto.” Todos somos creados con Dios con la meta de ser perfecto como nuestro Padre.
En la filosofía griega, Aristóteles en pensaba que Dios como el primer motor inmutable, incorruptible. Alegaba en Metafísica. Libro XII, que “La vida pertenece también a Dios; porque la actualidad del pensamiento es vida, y Dios es esa realidad; duración pertenecen continua y eternamente a Dios; porque esto es Dios”
Marcos Tulio Cicerón, escribió en “De natura deorum” que los humanos éramos una “chispa o astillada saltada de Dios”
René Descartes tenía la idea de Dios como un ser infinito, omnipotente y omnisciente. Gottfried Leibniz creía en forma muy similar a la visión judeocristiana de Dios e hizo un esfuerzo en buscar reunificar los diferentes cristianismos luego de la reforma protestante. Un renacentista italiano, Leonardo Alberti decía el hombre fue creado por placer de Dios para reconocer la fuente primaria y original de las cosas.
Isaac Newton, en su libro Principios matemáticos de la filosofía natural, aprecia que: «Dios era un ser vivo e inteligente definido por su omnipotencia y por su dominio sobre los sirvientes, y era como sirvientes que los humanos debían adorarlo«.
Para terminar, es óptimo explorar el pensamiento de Albert Einstein, acerca de un Creador, Dios. Einstein fue hasta el final de su vida alguien que tuvo un conflicto interno entre la religión y la ciencia (ver su famosa esquela “Carta de Dios», dirigida a Eric Gutkind en 1954).
A Einstein siempre le produjo asombro la armonía del Universo y de donde surgía ella. También lo motivan preguntas existenciales que se expresan en muchas de sus palabras
En 1930, durante en una entrevista publicada en el libro Glimpses of the Great de G. S. Viereck afirma: “La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, solo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes».
Las respuestas a las preguntas: el origen y propósito de la vida humana, tendrán como se dice en el primer párrafo de este artículo un efecto decisivo en la cultura humana de aquí en adelante.
Solo defendiendo, afirmando y acometiendo con fuerza y convicción que la vida humana no es una casualidad, que nos ha sido dada por un Creador, Dios y que tiene el más alto propósito podremos ganar la batalla espiritual y filosófica frente al materialismo dialéctico que aún se expresa en muchos ámbitos de la cultura y la política y al relativismo cognitivo y ético que han puesto de rodillas a las raíces de la cultura occidental.
En una famosa carta de Pablo se dice que solo cuando la humanidad se conozca a sí misma dejará de verse por un espejo, indirectamente, y se verá directamente y allí se conocerá plenamente.