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Reflexiones en un momento de inflexión

✍️Por Dr. R. Evan Ellis[1]

R. Evan Ellis es investigador, docente y analista internacional. Su trabajo se enfoca en relaciones hemisféricas, seguridad y geopolítica. Es colaborador frecuente de Legado a las Américas y autor de diversas publicaciones académicas y de opinión.

No fueron los tanques ni los misiles los que aseguraron la caída del Muro de Berlín, sino el contagio de las ideas representadas por Occidente.

Introducción

Escribo este ensayo en mi tiempo libre, en mi computadora personal, estrictamente a título personal como una persona que ha sido bendecida y que ha asumido el reto de trabajar de la mano con la región Latinoamericana y el Caribe, durante la mayor parte de mi carrera profesional. 

Siempre he tratado de escribir con franqueza acerca de las dinámicas más importantes que configuran a la región.  En las últimas semanas, y en particular con Las políticas  migratorias y arancelarias de mi propio gobierno han dominado el discurso y están remodelando poderosamente la dinámica económica y política de la región, así como,  sus relaciones con los Estados Unidos (EE.UU).  En un espíritu de franqueza académica, me siento obligado a abordar el tema con mis amigos y colegas, tanto en los EE.UU como en la región.

Crecí durante la Guerra Fría.  En el centro de mi filosofía política y económica está la importancia de un gobierno limitado, controlado por la separación de poderes, la adhesión al estado de derecho y la protección de los derechos individuales a la privacidad y a la libertad de expresión.  Creo que, si bien el gobierno es necesario para ciertos propósitos, como la defensa común y el tratamiento de las fallas del mercado, el empoderamiento y la protección del individuo son fundamentales para el esfuerzo estatal en  el manejo del riesgo de la actividad  económica, la innovación y la libertad política. 

En el ámbito internacional, creo que los valores, las instituciones, las alianzas y los marcos jurídicos no son reemplazables por una acuciosa aplicación del poder nacional, jugando un papel fundamental en la configuración del espacio estratégico en el que se ejerce el poder nacional.  EE.UU no podría haber prevalecido en la Guerra Fría sin prestar atención a su base militar, económica y técnica, y sin una resistencia activa a los esfuerzos soviéticos por subvertir las democracias imperfectas.

Sin embargo, no fueron los tanques ni los misiles estadounidenses los que aseguraron la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, sino más bien el contagio de las ideas representadas por Occidente, incluida la libertad y la dignidad individuales como contrapuntos a los gobiernos autoritarios opresivos.  Mucho me temo que, de la misma manera, el enfoque actual de Los EE.UU en el transaccionalismo, descarta el valor de inspirar los sueños y la confianza de los demás, a su propio riesgo.

Lecciones de América Latina

En los primeros días de mi trabajo en Latinoamérica, enseñé inglés como segundo idioma (ESOL) a inmigrantes, mayormente, latinos.  Allí conocí personalmente las dificultades y a menudo el injusto mundo dentro de un mundo que muchos inmigrantes que vienen a Los EE.UU deben soportar para sobrevivir.  También trabajé con Venezuela desde finales de la década de 1990 y presencié el lento y doloroso secuestro de la democracia de esa nación, permitido por un pueblo polarizado que había perdido la fe en la capacidad de los partidos y políticos tradicionales para obtener resultados.  Del mismo modo, vi cómo Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia aprovecharon a personas frustradas que se habían cansado de defender las reglas de un sistema que no cumplía, para secuestrar a esos gobiernos para su propio poder y enriquecimiento. 

Cada una de esas experiencias me alertó sobre cómo las personas cansadas con el mal desempeño de sus políticos, facilitaron la elección de populistas, con los cuales se identificaron, logrando que esas personas excluidas se sintieran vistas y respetadas, ahora esperanzadas.  Dichos populistas siempre han argumentado que las limitaciones legales, judiciales y de otro tipo a su poder tenían que ser superadas, porque la élite existente, que siempre había manejado el sistema para su beneficio personal, había diseñado las reglas para mantener a los contendientes como los populistas y, por lo tanto, al pueblo sometido. En Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros lugares, observé con desdén cómo los populistas explotaban la confianza de los más vulnerables para acumular poder para sí mismos, mientras destruían sistemáticamente la base legal, política y económica de la oposición, y luego implementaban políticas que eran devastadoras para la economía nacional, creando enormes oportunidades para el enriquecimiento personal de los propios populistas y sus compinches.

El paralelismo con EE.UU

Yo crecí en el sur de Ohio, económicamente deprimido.  Mis honestos, confiados y trabajadores hermanos «MAGA» se sintieron excluidos durante mucho tiempo por los gobiernos progresistas de Washington que parecían no preocuparse por la desaparición de sus empleos manufactureros, una afluencia descontrolada de inmigrantes y una plaga de drogas que diezmaba a las comunidades, incluso, mientras esos mismos políticos de Washington sugerían a esos «MAGA» que sus creencias religiosas, sus actitudes hacia las minorías sexuales y de otro tipo,  los autos a gasolina, la basura no separada y las pajitas de plástico, eran el problema.

Al igual que con MAGA en los EE.UU, entiendo el sufrimiento y la alienación que dio origen al chavismo en Venezuela, a Rafael Correa en Ecuador y a Evo Morales en Bolivia.  Entiendo por qué la gente buena se unió en torno a esos líderes, incluso, cuando tomaban medidas que parecían violar sus propias leyes y constituciones, mientras esos líderes populistas implementaban agendas económicas estatistas que resultaron devastadoras para sus países. 

Irónicamente, sospecho que hay muchos en América Latina que pueden identificarse personalmente con el momento que está viviendo Los EE.UU. Ese paralelismo incómodo es un recordatorio de que todos estamos sujetos a los mismos defectos, frustraciones y tentaciones que pueden llevar a opciones políticas que traen cambios muy diferentes de lo que esperan aquellos que se sienten vistos por los líderes populistas, en los cuales, confían.  Es un vínculo de tragedia compartida que, algún día, espero pueda unirnos.  

Al igual que un niño que descubre las imperfecciones de sus padres, para gran parte del mundo, el reconocimiento de la nueva dinámica en los EE.UU.  también es aterrador, no solo por las consecuencias económicas globales y otros impactos en sus países, sino también porque, en cierto nivel psicológico,  se rompe el sentido de confianza y de cómo se supone que funciona el mundo.  Impone bruscamente una sensación de vulnerabilidad y un nuevo imperativo de prevención ante la vulnerabilidad personal.

El precio del populismo

También me preocupa profundamente que la percepción de las acciones de EE.UU. en la región se parezca a la de una esposa cuyo marido, por lo demás confiable, ha comenzado a golpearla repentina y consistentemente.  En mis conversaciones con colegas de la región, percibo una profunda conmoción y confusión, negación, intentos de acomodación y una creciente desilusión y enojo.   Aunque algunas de las acciones políticas actuales de los EE.UU. son temporales o tergiversadas por la prensa internacional, me temo que Washington subestima el impacto regional de la imagen de   EE.UU. amenazando con una acción militar contra Panamá y Groenlandia, convirtiendo a Canadá en el estado número 51 de los EE.UU., acorralando y deportando inmigrantes a una prisión salvadoreña, eliminando el estatus de protección temporal a medio millón de personas que viven en los EE.UU., cortando los  programas mediáticos como Voz de America, y programas de USAID, también impactando socios en todo el mundo, así como, la expulsión de los estudiantes que protestan contra las políticas del gobierno de los EE.UU.

En esta campaña de conmoción y pavor me preocupa. El anuncio reciente de importantes aranceles estadounidenses puede significar un punto de inflexión.  Entre mis amigos y colegas de la región, existe la sensación de que el gobierno de los EE.UU. está declarando la guerra a todo el mundo, incluidos a sus amigos y socios democráticos más cercanos.  En mis conversaciones, percibo que, más allá de la frustración por el sufrimiento que causará, la lógica arbitraria y caprichosa percibida de las acciones de EE.UU., y la falta de consideración percibida para con las amistades de larga data y las circunstancias especiales, ha llevado a una respuesta particularmente amarga a las acciones de EE.UU. 

Al mismo tiempo, la dura respuesta de los EE.UU. a quienes han desafiado sus políticas en las últimas semanas, como es el caso del gobierno de Petro en Colombia y el régimen de Maduro en Venezuela, impide que los líderes de la región expresen la verdadera profundidad de la amargura que pueden estar sintiendo.

Irónicamente, en términos económicos, los nuevos aranceles estadounidenses pueden causar el mayor daño al propio EE.UU., al tiempo que promueven la penetración económica y política de la República Popular China (RPC)- en América Latina.  Los aranceles sobre los productos chinos de 125%, y su posible escalada, probablemente aumentarán rápidamente los precios estadounidenses de los bienes minoristas, como los importados por Walmart, así como aumentarán los precios y destruirán el negocio de los vendedores en línea como Shein, Temu y Amazonas.  Como complemento, la pérdida de acceso a una población inmigrante joven probablemente elevará los costos laborales de Los EE.UU, especialmente en el sector de servicios, mientras que la guerra arancelaria con Canadá podría aumentar los precios de la energía en Los EE.UU.  En conjunto, el drástico aumento de los precios de los insumos de los factores en Los EE.UU, la disminución del acceso a los mercados de exportación, las dudas sobre la estabilidad del dólar de EE.UU. y la estabilidad y el carácter no partidista del sistema administrativo y jurídico de EE.UU. pueden combinarse para deprimir significativamente la inversión en EE.UU.

Mientras tanto, la relativa exención de México de tales aranceles ampliará los incentivos para importar dichos productos a los EE. UU., a través de distribuidores chinos.  Al mismo tiempo, es probable que la RPC recurra cada vez más a países sudamericanos como Brasil, Argentina y Uruguay para comprar productos agrícolas y metales estratégicos que deja de importar de Los EE.UU.  Los aranceles pueden fortalecer la integración comercial entre Europa, Asia y América Latina, con menos incentivos por parte de cada uno de esos actores para responder a las presiones y limitar la presencia de China por parte de un EE.UU, cuyas nuevas políticas comerciales y de seguridad son percibidas como perjudiciales por ambos.

El rol del liderazgo y la voz cívica

Al igual que en otros países del hemisferio occidental donde las poblaciones frustradas han elegido gobiernos que han redefinido la dirección nacional, es difícil anticipar cómo se desarrollará el momento actual sin precedentes en la política de los EE.UU, o el devenir de los  desafíos legales a las políticas de la Administración dentro del sistema judicial de los EE.UU.  Al igual que en otros lugares, la fortaleza residual de las instituciones estadounidenses y la defensa del estado de derecho jugarán un papel decisivo, a medida que se desarrollen las luchas entre las ramas del gobierno de Los EE.UU, como pretendían los padres fundadores de nuestro sistema. 

Para Los EE.UU, como en otros lugares, más allá de los controles y equilibrios que involucran a los poderes legislativo y judicial, la voluntad de quienes están en el gobierno y la sociedad civil de hablar en contra de las políticas que consideran dañinas, ilegales o inmorales, también seguirá siendo vital. 

Algunos pueden convencerse a sí mismos de que es mejor continuar en posiciones de liderazgo, incluso si eso los obliga a permanecer en silencio, o bien, defender políticas a las que ellos mismos se han opuesto públicamente.  En los niveles inferiores, algunos pueden temer expresar sus preocupaciones por posibles represalias como la eliminación de su empleo, investigaciones legales en su contra u otras sanciones.  En los EE.UU, la existencia de tal miedo, en sí misma, debería ser un llamado a la acción.

Conclusión: coraje democrático

En Los EE.UU, América Latina y otros lugares, la trayectoria de las democracias depende, al final del día, de encontrar en nosotros mismos el coraje que nunca deberíamos tener que encontrar, y de hablar sobre lo que sabemos que es correcto.  Incluso si nosotros, como individuos, no influimos en las tendencias preocupantes, nunca podemos saber quién se verá impulsado a actuar por nuestra voz o por nuestro silencio.


[1] El autor escribe este ensayo a título personal.  Las opiniones expresadas en este documento son estrictamente suyas.  El autor agradece a Diana Arias Henao por su ayuda con la redacción en español.

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