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Opidata #5: Discusión Pública e Intercambio de Ideas

Ítalo Omegna Vergara
Presidente Partido Libertario de Chile
Presidente de Fundación NOVUM
Coordinador Estudiantes por la Libertad

En una charla impartida por el PhD en Filosofía Alejandro Vigo durante un ciclo formativo del Partido Libertario de Chile, titulada «El Liberalismo y la Verdad», el profesor, al ser consultado sobre el contenido de la neolengua promovida —y en algunos casos impuesta— por los sectores progresistas, respondió citando a Richard Rorty, un filósofo posmodernista estadounidense. Rorty sostenía que el discurso público no tiene que ver tanto con la argumentación, como suele suponerse, sino con la acuñación del lenguaje en el que se llevará a cabo la discusión. Según él, el lenguaje acuñado otorga una ventaja retórica, en gran parte insuperable y decisiva en el debate.

Quizás el ejemplo más evidente de esto es el llamado «lenguaje inclusivo», sobre el cual resulta prácticamente imposible argumentar en contra desde una perspectiva científico-biológica o no relativista, una vez que se adoptan pronombres como “elle” o palabras como «hije», «amigue», etc., para referirse a los sujetos o abordar temas en cuestión.

De manera más sutil, otros términos ya se han asimilado en nuestro lenguaje cotidiano, como el uso de «trabajador» para referirse exclusivamente al asalariado. Este término implica que el propietario del negocio, el emprendedor o el empresario no trabaja y simplemente se apropia del valor generado por sus «trabajadores», una retórica basada en la teoría del valor-trabajo y de origen marxista.

Otro ejemplo común, al menos en mi país, es el uso del término «plusvalía» para describir el aumento en el valor de la vivienda, un término que comparte origen con la misma concepción de «trabajador» en el discurso público.

Términos como «justicia social», «las y los», «neoliberalismo», «verdad objetiva», «democracia» e incluso la idea de «derechos» para referirse a servicios como educación o salud, se han vuelto moneda corriente en el debate público en todo Occidente. En mi opinión, este fenómeno revela un problema estratégico y comprensivo en los sectores de derecha y liberales, quienes no han dado la importancia debida —como bien señala el profesor Vigo— a la acuñación del lenguaje como herramienta de control en la discusión pública.

Es en este ámbito donde se introduce este lenguaje, y estos sectores suelen subestimar su importancia, sobrevalorando en cambio la argumentación, sin percatarse de que, en la mayoría de los casos, el lenguaje determina el desenlace de las discusiones. Prueba de ello ha sido la propagación de los términos mencionados y el crecimiento desmesurado de los Estados Modernos en todos los países occidentales, sin excepción.

Debo confesar que los ejemplos citados son solo la punta del iceberg. La extensión de este fenómeno se cristaliza en las instituciones que hoy dominan la academia y los centros de difusión de ideas, espacios que han sido capturados por la tecnocracia, siempre servil a la burocracia.

La raíz de este problema radica en la creencia de que la función principal del lenguaje es la comunicación. Aunque esta es esencial para el despliegue de nuestras capacidades humanas, el lenguaje tiene una función aún más importante: estructurar nuestro pensamiento. Mientras podemos recurrir a otros medios para comunicarnos, nos es imposible razonar sin palabras.

Si uno analiza, desde esta perspectiva, la controversial Agenda 2030, o la recién presentada Agenda 2045 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), notará que no son más que un decálogo de nuevo vocabulario introducido en la discusión pública. Este conjunto de términos ha sido cuidadosamente diseñado con fines específicos y, salvo por excepciones como Argentina y El Salvador, ha resultado prácticamente imposible de combatir para las oposiciones de los países libres.


Si no prestamos mayor atención a este asunto, estaremos condenados a obtener victorias cíclicas otorgadas por la realidad, sin haber sido capaces de prevenir las catástrofes provocadas por los acólitos de ideologías totalitarias, contrarias al reconocimiento de la igual dignidad, la vida, la libertad y la propiedad de cada ser humano.

Un comentario en «Opidata #5: Discusión Pública e Intercambio de Ideas»

  • Hello.

    Good cheer to all on this beautiful day!!!!!

    Good luck 🙂

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