Nuestra cultura occidental… ¿Sentirnos avergonzados?
Por: Jorge Raúl Cruz V. [1]
Occidente ha sido la cuna de la democracia, el derecho y la ciencia. Su legado es innegable. En lugar de avergonzarnos, debemos valorarlo y defenderlo con orgullo y responsabilidad.
Recuerdo que hace muchos años realizábamos un análisis sobre la pertinencia de un derecho mixto, que combinara costumbres y fuentes de diversas culturas y civilizaciones. Durante la discusión, se exaltaba la sabiduría de estas culturas y los presentes manifestaban su acuerdo. Sin embargo, uno de ellos interrumpió con un comentario disruptivo: el derecho occidental no era una «ocurrencia», sino el resultado de un proceso milenario de prueba y error, desde el Código de Hammurabi (1754 a.C.) hasta nuestros días, que había logrado la aplicación más justa de la ley que hayamos conocido.
Desde hace algunas décadas, la cultura occidental ha sido puesta en tela de juicio, acusada de decadencia y de una crisis de valores y principios. Ante esta narrativa, es fundamental recordar de dónde venimos.
Tal como se mencionó en aquella discusión, la cultura occidental no es una «ocurrencia» espontánea, sino la suma de una infinidad de hitos: la filosofía y la democracia griega, la república y el derecho romano, el judaísmo y el cristianismo; que aportaron una visión moral, ética y espiritual basada en el monoteísmo, la dignidad humana y la noción de derechos universales. A esto se suman el constitucionalismo inglés, reflejado en la Carta Magna (1215), la Revolución Gloriosa (1688) que sentó las bases del parlamentarismo, el capitalismo (que no es otra cosa que la democratización del capital), los derechos humanos y un largo etcétera de logros.
La cultura occidental, en su búsqueda de la verdad y la justicia, ha sido la cuna de la democracia liberal, el constitucionalismo, la imprenta de Gutenberg, el Renacimiento, la Revolución Científica, la Ilustración y el Capitalismo; elementos que han dado forma a la civilización más próspera y humana de la historia. También ha sido la creadora de la Revolución Industrial y, en la actualidad, de la Revolución Tecnológica que ha permitido a la humanidad el acceso ilimitado a la información y la comunicación, generando una capacidad creadora nunca antes vista. Esta civilización no deja de deslumbrar por su capacidad de reinventarse y renovarse, siempre en búsqueda de soluciones para la vida humana. No hay motivo para sentir vergüenza de este legado.
Occidente fue el hogar de las primeras universidades, como la Universidad de Bolonia (1088) y la Universidad de París (1150), y siempre ha sido un incansable buscador del conocimiento. Ha contado con figuras fundamentales como Sócrates, Platón y Aristóteles, que sentaron las bases del pensamiento occidental y también con Jesucristo, el líder más seguido en la historia de la humanidad y que dividió la historia en dos. A ellos se suman Santo Tomás de Aquino, Carlomagno, Cicerón, Galileo, Newton, Voltaire, Rousseau, Smith, Locke y Lincoln, solo por mencionar algunos. Sería un error no reconocer el justo valor de estos personajes y de miles más que han aportado a la construcción de esta visión del mundo.
Incluso si buscamos evaluar sus logros de forma cuantificable podemos evidenciar que según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, las naciones occidentales lideran en calidad de vida, salud y educación. Además, el Índice de Libertad Económica sitúa a los países occidentales entre los más prósperos y equitativos. La reducción de la pobreza extrema a nivel mundial ha sido impulsada por sistemas de mercado y avances tecnológicos liderados por Occidente.
Es cierto que a lo largo de su existencia milenaria, la civilización occidental ha cometido errores. Pero también es cierto que estos errores no son la norma, sino la excepción. Su esencia se basa en principios como el respeto a la vida y la libertad, la familia tradicional como base de la sociedad, la creencia en un ser superior misericordioso que brinda perspectiva entre el bien y el mal, la democracia republicana y los derechos humanos.
A quienes cuestionan sus bondades, los invito a hacer un ejercicio de sinceridad intelectual y analizar con justicia el verdadero impacto que la cultura occidental ha tenido en la humanidad.
En lugar de avergonzarnos, debemos valorar y defender su legado con orgullo y responsabilidad.
[1] El Lic. Jorge Raúl Cruz V. es fundador y vicepresidente de la Fundación Esquipulas y Director Ejecutivo de Legado a las Américas.