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Opidata #2: El capitalismo sin virtudes éticas se pervierte: un olvido de las enseñanzas del pasado

Por Gabriel Ugarte
Escritor, periodista, expositor y analista de temas diversos

Adam Smith, Max Weber, Benjamín Franklin y los propios Evangelios aún nos dan una guía para construir un capitalismo que sea tal y no una farsa.

«Los siete pecados sociales son: riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, comercio sin moral, ciencia sin humanidad, adoración sin sacrificio, política sin principios» – De un sermón pronunciado por Frederick Lewis Donaldson en la Abadía de Westminster, Londres, el 20 de marzo de 1925.

El capitalismo, según Oxford English Dictionary el primer uso de la palabra inglesa “capitalismo” se puede encontrar en la novela de William Makepeace Thackeray The Newcomes de 1855, donde parecía referirse a actividades para generar dinero y no a un sistema económico. Hoy conocemos al capitalismo como un sistema que se fundamenta en el derecho irrestricto a la propiedad privada y en la regla de mercado libre. El capitalismo ha demostrado ser el que más se asemeja a la naturaleza humana y ha triunfado sobre su enemigo mortal que era el comunismo.

La naturaleza humana es tanto espiritual como física.  De la misma forma que exigimos, buenos negocios, capacidad producir bienes de alta calidad, innovación tecnológica, relaciones laborales modernas, crear trabajos de adecuada excelencia también no debemos obviar el aspecto espiritual superiores como la rectitud, honestidad, honradez y la justicia. Tener hombres de negocios tanto capaces técnicamente como probos es lo correcto.

El espíritu y el cuerpo deben estar en armonía, no en guerra. Una cultura sana no puede subsistir mucho tiempo sin una economía sana y viceversa. No son socios iguales, pero tampoco son amo y esclavo. Como sostuvo C. S. Lewis en Los cuatro amores , “lo más elevado no puede subsistir sin lo más bajo”, y tampoco deberíamos “deshacernos de nuestra plata para dejar lugar al oro”. (Una cultura sana en una economía sana, Paul Mueller, LawLiberty)

El mismo autor afirma: “El capitalismo de libre empresa es la estructura y el ordenamiento más natural de la sociedad humana. Respeta la voluntad moral, la autonomía y la responsabilidad individuales, el imperio de la ley y la asociación voluntaria y civil. En el capitalismo de libre empresa encontramos abundantes oportunidades para perseguir la vocación y cumplir el mandato cultural en la creación. En términos más generales, también solemos encontrar una mayor libertad religiosa y tolerancia”. En otra sabia observación Mueller nos dice que lo anterior, “…tiene implicaciones para la manera en que deberíamos hablar del mercado cuando éste tiene problemas y deficiencias. A veces el espíritu debe enfrentarse a los excesos y abusos del cuerpo, pero lo hace desde una estrecha afinidad, incluso amor, por el cuerpo que habita. Deberíamos defender un capitalismo de libre empresa saludable. A veces nuestros cuerpos necesitan intervenciones externas, como medicamentos o cirugías, para recuperar la salud, pero la mayoría de las veces necesitan una renovación desde dentro, una visión de la salud, establecer ritmos de ejercicio y descanso, de buena alimentación y de respeto por nuestras limitaciones”.

LA ÉTICA, EL CAPITALISMO Y LAS GANANCIAS

Lo anterior nos enseña que el cuerpo sin el espíritu es como un cuerpo sin mente, no tiene dirección. Quienes piensan que los límites que las virtudes religiosas o la mera conciencia puede ocasionar una atadura al capitalismo y la creación de riquezas están equivocados.

Max Weber, en su libro “La ética protestante y el capitalismo” enfatiza la relación entre religión y el desarrollo capitalista.

Weber que no negaba las condiciones históricas del paso a la era industrial advertía a la clase capitalista de: evitar el gasto extravagante e innecesario; evitar el disfrute consciente del poder que le brinda su posición (estatus); llevar una vida de estricta disciplina (ascetismo intramundano); marcada por la modestia y la moderación; y que nada obtiene personalmente de su riqueza,  salvo  la sensación  “irracional” de haber hecho bien su trabajo

Él recuerda el libro escrito por en 1758 por Benjamín Franklin «The Way to Wealth» (El Camino a la Riqueza) catalogado como escrito primordial acerca del pensamiento económico republicano dentro de la sociedad capitalista en los Estados Unidos de América. No debemos olvidar que uno de los tres derechos originales de la Declaratoria de la Independencia del 4 de julio era el derecho de las personas la búsqueda de la felicidad.

Weber trae a su obra citas del libro de Franklin, quién criado en una familia puritana, era deísta, catalogado como un deísta providencial quién creía que el Creador tenía un plan. El no estaba en contra del comercio, de los negocios, de obtener ganancias, pero si afirmaba un código ético.

Algunos de sus dichos son: El camino hacia la riqueza es tan sencillo como el camino hacia el mercado. Depende principalmente de dos palabras: laboriosidad y frugalidad; es decir, no malgastar ni tiempo ni dinero, sino hacer el mejor uso de ambos. Sin laboriosidad y frugalidad, nada se puede hacer; con ellas, todo.

Dice por igual: “El dinero puede engendrar dinero y su descendencia puede engendrar más, y así sucesivamente. Cinco chelines convertidos son seis, convertidos de nuevo son siete y tres peniques, y así sucesivamente, hasta que se conviertan en cien libras. Cuanto más hay, más produce en cada giro, de modo que las ganancias aumentan cada vez más rápido. El que mata una cerda reproductora, destruye toda su prole hasta la milésima generación. El que asesina una corona, destruye todo lo que podría haber producido, incluso decenas de libras”.

Tampoco el liberalismo económico en algunas de sus expresiones no debería olvidar el libro de Adam Smith, fundador de aquel y sus creencias expresadas en la “Teoría de los sentimientos morales, en donde expresa su opinión que los seres humanos tenemos una tendencia innata a simpatizar con nuestros semejantes; con ese fin, moderamos nuestra conducta. Esa es la base de nuestros juicios morales

La ética cristiana desde los Evangelios no estuvo en contra de la riqueza como se piensa, sino que cuestiono en como se conseguía el dinero, que se hacía con él y no hacer del crear riqueza en centro de nuestras vidas.

En Mateo 25:14-30 vemos la Parábola de las monedas de oro. En Proverbios 13:11-15 leemos: “El dinero mal habido pronto se acaba.“

Nuevamente, los valores y virtudes espirituales y sus implicancias éticas son necesarios para capitalismo. Familias, Educación y Comunidades son las madres de emprenderos. De un liderazgo empresarial mejor. Sin ellos el capitalismo tendrá tal vez un corto trecho a ser un cadáver putrefacto. El desparpajo de la muestra de la riqueza, el robo para el enriquecimiento, empresas y empresarios que avanzan por favores de los políticos, monopolios que ahogan a nuevas empresas creadas por emprendedores. Abandonan y violan los principios del libre comercio el escenario donde se compite ofreciendo mejores servicios y productos para el bien de los consumidores.

Adam Smith, Max Weber, Benjamín Franklin y los propios Evangelios aún nos dan una guía para construir un capitalismo que sea tal y no una farsa.

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